El amor no entiende de idiomas.
La devoción no necesita interpretación.
Y en el hogar del Señor, el mundo entero se convierte en una sola familia.
En una tarde impregnada de serenidad y devoción, los sagrados recintos de Prashanti Nilayam fueron testigos de una conmovedora muestra de amor por parte de los devotos pertenecientes a los países de la Zona 7 del Consejo Global Sri Sathya Sai. Durante casi una semana, devotos de Rusia, Bielorrusia, Alemania, Países Bajos, Estonia y España han residido en el janmabhoomi y karmabhoomi de Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, siguiendo la rutina del ashram con sinceridad, disciplina y humildad, abrazando cada momento como una bendición de su Amado Señor.
El clima inusualmente fresco de los últimos días parecía como si la naturaleza misma extendiera sus brazos suaves, haciendo que estos devotos, acostumbrados a tierras mucho más frías, se sintieran verdaderamente como en casa. Envueltos en suaves brisas y vibraciones divinas, pasaron sus días en oración, contemplación silenciosa y seva, culminando con la bendita oportunidad de ofrecer dos presentaciones musicales —una esta noche y otra mañana— durante este sagrado centenario del advenimiento de Bhagavan Sri Sathya Sai Baba.
Lo que más sobresalió fue la hermosa sencillez y unidad que irradiaban. Vestidos con atuendos modestos, adornados con coloridas diademas uniformes y un sutil simbolismo de su cultura, se sentaron con total disciplina: tranquilos, concentrados y reverentes. Con corazones rebosantes de gratitud, se alzaron como una sola voz —un coro extranjero unido por la devoción— y cantaron no por una actuación, sino como un acto de entrega.
Cada canción era una ventana a su anhelo, su viaje y su profunda conexión interior con Swami. Cantada en sus lenguas maternas, y a veces en sánscrito, su música trascendió las barreras del idioma, derritiendo los corazones de los devotos reunidos.
Su ofrenda incluyó:
“El amor nos une de nuevo”
“Mantra Sai Ram”
“Sarvadharma”
“Soy un pájaro libre”
“Puttaparthi”
“Solo amor”
“Sayushka”
Esta velada no fue una simple actuación; fue una ofrenda del alma, un testimonio de cómo el amor de Swami ha tocado tierras lejanas, transformado vidas y unido corazones más allá de las fronteras.



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